NO BABEL
El libro de los Hechos de los Apóstoles nos recuerda cómo fue aquella efusión del Espíritu Santo en la ciudad de Jerusalén sobre los primeros discípulos de Jesús, efusión que imprimió a la comunidad cristiana, a la Iglesia, un impulso evangelizador que no se ha apagado y sigue encendido hasta nuestros días. Una de las peculiaridades de aquel primer Pentecostés fue que después de recibir el Espíritu Santo, que se manifestó como viento y como fuego, los Apóstoles salieron a anunciar con coraje la Buena Noticia a la gente reunida en Jerusalén para la ocasión, muchedumbre formada por personas que provenían de diversos lugar y que hablaban cada uno su propia lengua. Sin embargo, al escuchar a los Apóstoles “con gran admiración y estupor decían: «¿Acaso estos hombres que hablan no son todos galileos? ¿Cómo es que cada uno de nosotros los oye en su propia lengua? Todos los oímos proclamar en nuestras lenguas las maravillas de Dios»”.
En el Antiguo Testamento (Génesis 11, 1-9) encontramos el relato de la famosa “torre de Babel”. En los comienzos de la historia de la humanidad, los hombres unidos hablaban el mismo idioma y decidieron construir por sus propios medios una torre que llegara hasta el cielo. Misteriosamente Dios impidió este propósito, confundió sus lenguas y los hombres se dispersaron por todo el mundo. De ahí que Babel, o Babilonia, sea sinónimo de “confusión”.
Pentecostés es la no Babel. Los hombres en su soberbia quisieron buscar la unidad y alcanzar el Cielo por sus propias fuerzas, sin Dios. Esta soberbia lleva a la confusión y a la división.
Solo el Espíritu Santo devuelve la unidad a la humanidad. Sólo el Espíritu Santo hace que podamos hablar un lenguaje común, conservando nuestras particularidades. Si Babilonia es confusión, Pentecostés es armonía, como la de una sinfonía. Y esto es así por que el Espíritu Santo es el amor del Padre y del Hijo. No alcanza con la buena voluntad de los hombres para volver a unirlos y hacerlos hablar el mismo idioma. Esto lo hace el Espíritu Santo, y solo el Espíritu Santo.
¡Buen Domingo de Pentecostés!
P. Marco
Domingo de Pentecostés Año B
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