COMPASIÓN
Estamos en los umbrales de una nueva Semana Santa, la primera que vamos a compartir. Como sabemos esta semana tan especial comienza con el Domingo de Ramos. Para la Iglesia este Domingo tiene también otro nombre: es el Domingo de Ramos o Domingo de la Pasión del Señor. Por eso nuestra celebración está marcada por dos momentos: el recuerdo de la entrada triunfal de Jesús a Jerusalén y la lectura del relato de la Pasión de Nuestro Señor. En el Domingo de Ramos también queremos contemplar a Jesús que se entrega por nosotros.
Ese gran maestro de vida espiritual que fue San Ignacio de Loyola, en sus “Ejercicios espirituales”, nos invita a pedirle a Dios la siguiente gracia cuando contemplamos la Pasión de Jesús: “pedir dolor con Cristo doloroso, quebranto con Cristo quebrantado, lágrima, pena interna de tanta pena que Cristo padeció por mí”. San Ignacio, con su estilo personal muy propio de la época en que vivió nos invita a compadecernos de Jesús.
Normalmente le pedimos a Jesús que se compadezca de nosotros, que mire nuestros sufrimientos y los alivie. Estos días de la Semana Santa son buenos para salir un poco de nosotros mismos, incluso de las cosas que nos hacen sufrir, y pensar en lo que sufrió Jesús: compadecerse de Jesús.
Otro grande, Santo Tomás de Aquino, en su obra maestra (la famosa “Suma Teológica”), escribía que Jesús sufrió todo lo que una ser humano puede sufrir, tanto en su cuerpo como en su alma. Todo ese sufrimiento se condensa en la oración que Jesús Crucificado dirige al Padre: “Dios mío, Dios mío, porqué me abandonaste” (Mateo 27,46).
Por medio de lo que el Hijo de Dios quiso padecer podemos descubrir el peso de nuestros pecados y, sobretodo, la grandeza del amor de Dios por nosotros pecadores.
Pidamos la gracia en estos días de tener “los mismos sentimientos de Cristo Jesús” (Filipenses 2,5).
P. Marco
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