IMAGEN DE DIOS
Allá lejos y hace tiempo, en el mal conocido Medioevo, San Buenaventura enseñaba que Dios dejó en su Creación vestigios e imágenes suyas. Un vestigio es un rastro, una huella que nos recuerda el paso de alguien. Una imagen es mucho más: en ella vemos reflejado, con mayor o menor perfección, a quien es origen de esa imagen. Siguiendo con el razonamiento del gran maestro franciscano, podemos decir que vestigios de Dios hay muchísimos. En realidad cada creatura lo es. En cada creatura podemos encontrar pinceladas del ser divino, de su bondad y de su belleza. Pero imagen de Dios en la creación hay una sola: el ser humano, varón y mujer. Obviamente, en cada ser humano está la imagen de Dios.
A esto queremos referirnos hoy, siguiendo con nuestras pequeñas catequesis sobre la Vida en Cristo:
- ¿En qué sentido el ser humano es imagen de Dios?
- ¿Adónde se encuentra esta imagen?
- ¿Queda dañada esta imagen por el pecado?
- ¿Existe alguna posibilidad de restaurarla si fuera el caso?
Intentaremos responder a estas preguntas recordando al vuelo algunas enseñanzas que encontramos en el Catecismo de la Iglesia Católica.
En primer lugar, el hombre (¡varón y mujer!) es imagen de Dios porque es creatura de Dios. Hombre se nace, no se hace. Somos lo que somos porque Dios nos hizo así.
Entre todas las creaturas de este mundo visible solo el ser humano es imagen de Dios, porque solo al ser humano Dios le ha regalado un alma inmortal, dotada de inteligencia y voluntad, coronada por ese atributo que hace que toda persona roce la divinidad: ¡la libertad!
Pero hay más todavía, y lo que sigue se lo debemos a Juan Pablo II. El Dios que crea al hombre es un Dios trino. Por lo tanto la imagen de Dios en el hombre se refleja también en la vocación más profunda del ser humano, que es el llamado a vivir en la “comunión de las personas”. “El hombre-persona es la única criatura que Dios ha querido por sí misma y que, al mismo tiempo, no puede encontrar su plenitud si no es mediante el don de sí”*, gustaba repetir el añorado Papa polaco.
Todo lo que vamos diciendo nos muestra cuál es la raíz última de la dignidad humana. Cuando hablamos de “dignidad” nos referimos al valor único que tiene el ser humano entre todas las creaturas visibles. Por eso decimos también, más allá de lo que digan los cráneos de nuestro tiempo, que solo el ser humano es “persona”. Para recordar este lugar único que tiene el hombre en el plan de Dios baste recordar un pasaje del Nuevo Testamento: “Todo es de ustedes, pero ustedes son de Cristo y Cristo es de Dios” (I Corintios 3,22-23).
También hay que decir que esta imagen ha quedado dañada, aunque no arruinada como dice Lutero, por el pecado. Ante todo por el pecado de nuestros primeros padres, Adán y Eva. Y también por nuestros pecados personales.
Sin embargo, hay esperanza. Para eso vino el Hijo de Dios: para restaurar en nosotros la divina imagen y hacer posible por su gracia que reflejemos en nosotros el rostro de nuestro Creador y Padre.
Resumiendo, esta es la situación actual de la naturaleza humana a la luz de fe:
- creada buena por Dios;
- herida por el pecado;
- sanada por Jesucristo.
Mientras dura nuestra vida presente, estas tres dimensiones se encuentran en continua tensión generando la aventura, muchas veces vertiginosa, de la libertad humana.
¡Hasta la próxima!
P. Marco
Para profundizar
* Juan Pablo II, Catequesis del Miércoles 16 de enero de 1980: El significado "esponsalicio" del cuerpo humano
Catecismo de la Iglesia Católica (nn. 1701-1715): El hombre, imagen de Dios
Miralo en video
Comentarios
Publicar un comentario