MESA Y CRUZ
La mesa de la Misa no es una mesa cualquiera. De hecho tiene nombre propio: se llama “altar”.
Si le preguntamos a la famosa “Real Academia Española”, “altar es una mesa rectangular consagrada donde el sacerdote celebra el sacrificio de la misa”, o también “en algunas religiones, piedra, construcción elevada o montículo donde se celebran ritos religiosos como sacrificios, ofrendas, etc”.
En su carta Desidero desideravi el Papa Francisco nos recuerda que el pan que recibimos del altar no es un pan cualquiera: “el contenido del Pan partido es la cruz de Jesús, su sacrificio en obediencia amorosa al Padre” (n. 7). La Última Cena anticipa la entrega amorosa de Jesús en la Cruz y solo en la Cruz encuentra su significado pleno. Así nos lo enseña también el Papa: “los Apóstoles habrían podido ver en la cruz de Jesús, si hubieran soportado su peso, lo que significaba ‘cuerpo entregado’, ‘sangre derramada’: y es de lo que hacemos memoria en cada Eucaristía” (n. 7).
Esto nos lleva a una pregunta fundamental para nuestra fe y para nuestra vida cristiana: ¿qué es la Misa? ¿Una fiesta? ¿Un recital? ¿Un encuentro social? ¿Una reunión de amigos? En ningún lugar de la carta del Papa encontramos estos conceptos referidos a la Eucaristía. Si la Eucaristía es “celebración”, esta es muy distinta a cualquier “celebración” mundana: es celebración de la fe. Ni siquiera es una representación de la Última Cena: “Desde los inicios, la Iglesia ha sido consciente que no se trataba de una representación, ni siquiera sagrada, de la Cena del Señor: no habría tenido ningún sentido y a nadie se le habría ocurrido “escenificar” ese excelso momento de la vida del Maestro” (n. 9).
La Misa sigue siendo “memorial del sacrificio de Cristo, que hace presente y actual el sacrificio que Cristo ha ofrecido al Padre, una vez por todas, sobre la Cruz en favor de la humanidad” (Compendio, 280). ¡Amén!
Continuará…
¡Buen Domingo! Dios los bendiga a todos.
P. Marco
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