OPORTUNIDAD


Comenzamos la Cuaresma. Dios nos regala una oportunidad para arrepentirnos de nuestros pecados: de los pecados que cometimos por acción o por omisión, por negligencia; también, como dice San Agustín, de aquellos pecados que por nuestra maldad cometimos y de aquellos que no cometimos porque la providencia de Dios nos preservó.

¿Qué es este arrepentimiento? Es el sentimiento de un “corazón desgarrado” como dice el profeta Joel (2,12-18). Es la tristeza por haber pecado. Pero es una tristeza muy particular. Es búsqueda y es don de Dios. No es como la tristeza del mundo, que lleva a la desesperación, a la angustia y a la depresión. Es un don que Dios infunde en el corazón y nos impulsa a arrojarnos en los brazos misericordiosos de nuestro Padre Celestial. Así lo escribía San Pablo en su segunda carta a los Corintios (7,9-10):

Ahora me regocijo, no porque ustedes se hayan puesto tristes, sino porque esa tristeza fue motivo de arrepentimiento. Ustedes, en efecto, han experimentado la tristeza que proviene de Dios. Esa tristeza produce un arrepentimiento que lleva a la salvación y no se debe lamentar; en cambio, la tristeza del mundo produce la muerte”.

Esta tristeza quedó plasmada de manera sublime en el Salmo que el Rey David escribió cuando se dió cuenta del pecado había cometido: en su mejor momento David cayó en la tentación de quedarse con la mujer de uno de sus generales, mandando al muere a su soldado. El profeta Natán le preguntó al Rey: “¿Qué habría que hacer con un hombre rico que se quedó con la única oveja de su vecino pobre?”. David indignado respondió que habría que hacerle pagar por semejante delito. “¡Ese hombre sos vos!” le respondió de manera fulminante Natán. Y a David le “cayó la ficha”, se arrepintió de su pecado y compuso el Salmo que en nuestras Biblias figura con el número 50 (o 51) y que comienza así (y que vale la pena leerlo entero como meditación para comenzar esta cuaresma):

¡Ten piedad de mí, oh Dios, por tu bondad, por tu gran compasión, borra mis faltas!

¡Buen Domingo y bendecida Cuaresma para todos nosotros!

P. Marco

Miércoles de Ceniza 2024


SALMO 51

(Versión del "Libro del Pueblo de Dios")


Del maestro de coro. Salmo de David.

Cuando el profeta Natán lo visitó, después que aquel se había unido a Betsabé.


¡Ten piedad de mí, oh Dios, por tu bondad,

por tu gran compasión, borra mis faltas!

¡Lávame totalmente de mi culpa

y purifícame de mi pecado!


Porque yo reconozco mis faltas

y mi pecado está siempre ante mí.

Contra ti, contra ti solo pequé

e hice lo que es malo a tus ojos.


Por eso, será justa tu sentencia

y tu juicio será irreprochable;

yo soy culpable desde que nací;

pecador me concibió mi madre.


Tú amas la sinceridad del corazón

y me enseñas la sabiduría en mi interior.

Purifícame con el hisopo y quedaré limpio;

lávame, y quedaré más blanco que la nieve.


Anúnciame el gozo y la alegría:

que se alegren los huesos quebrantados.

Aparta tu vista de mis pecados

y borra todas mis culpas.


Crea en mí, Dios mío, un corazón puro,

y renueva la firmeza de mi espíritu.

No me arrojes lejos de tu presencia

ni retires de mí tu santo espíritu.


Devuélveme la alegría de tu salvación,

que tu espíritu generoso me sostenga:

yo enseñaré tu camino a los impíos

y los pecadores volverán a ti.


¡Líbrame de la muerte, Dios, salvador mío,

y mi lengua anunciará tu justicia!

Abre mis labios, Señor,

y mi boca proclamará tu alabanza.


Los sacrificios no te satisfacen;

si ofrezco un holocausto, no lo aceptas:

mi sacrificio es un espíritu contrito,

tú no desprecias el corazón contrito y humillado.


Trata bien a Sión por tu bondad;

reconstruye los muros de Jerusalén,

Entonces aceptarás los sacrificios rituales

–las oblaciones y los holocaustos–

y se ofrecerán novillos en tu altar.

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