SEMILLAS

 


Nuestro Creador, en su infinita sabiduría, quiso que la vida viniera en forma de semilla. Pasa entre las plantas, entre los animales y los seres humanos también... y en el Reino de Dios. Será por eso que la imagen de la semilla aparece muchas veces en las enseñanzas de Jesús, como en el Evangelio de este Domingo. 

El Reino de Dios es como una semilla que se echa en tierra” y misteriosamente crece sin que podamos explicarnos cómo sucede este fenómeno. “El Reino de Dios se parece a un grano de mostaza”, muy pequeño en sus orígenes pero que llega a crecer tanto que puede dar cobijo a muchos.

Recuerdo haber leído hace tiempo estas palabras de un santo Obispo español, Manuel González, que se me grabaron profundamente:

Nuestro Señor se ha complacido en hacer todas sus obras a modo de siembra. Él se ha reservado hacer por sí mismo lo que únicamente no podía comunicar: la creación de la vida de la semilla. Pero el desarrollo, el crecimiento, la lucha, la fecundidad de ésta, se ha dignado hacerlas a medias con nosotros.

Algo muy parecido escribía San Pablo en su primera carta a los Corintios (3,4-7):

Cuando uno dice: «Yo soy de Pablo», y el otro: «Yo de Apolo», ¿acaso no están procediendo como lo haría cualquier hombre? Después de todo, ¿quién es Apolo, quién es Pablo? Simples servidores, por medio de los cuales ustedes han creído, y cada uno de ellos lo es según lo que ha recibido del Señor. Yo planté y Apolo regó, pero el que ha hecho crecer es Dios. Ni el que planta ni el que riega valen algo, sino Dios, que hace crecer. 

A nosotros toca a veces sembrar y otras veces regar. No se nos promete que veamos los frutos de la semilla. Tampoco está en nuestra manos el crecimiento de la semilla. Este es el misterio de la semilla. Dios nos fortalezca para que no nos cansemos de sembrar.

¡Buen Domingo, día del Señor!

P. Marco

Domingo XI del Tiempo Ordinario Año B

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 4,26-34

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