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Mostrando entradas de abril, 2023

MESA Y CRUZ

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La mesa de la Misa no es una mesa cualquiera. De hecho tiene nombre propio: se llama “altar”. Si le preguntamos a la famosa “Real Academia Española”, “altar es una mesa rectangular consagrada donde el sacerdote celebra el sacrificio de la misa”, o también “en algunas religiones, piedra, construcción elevada o montículo donde se celebran ritos religiosos como sacrificios, ofrendas, etc”. En su carta Desidero desideravi el Papa Francisco nos recuerda que el pan que recibimos del altar no es un pan cualquiera: “ el contenido del Pan partido es la cruz de Jesús, su sacrificio en obediencia amorosa al Padre ” (n. 7). La Última Cena anticipa la entrega amorosa de Jesús en la Cruz y solo en la Cruz encuentra su significado pleno. Así nos lo enseña también el Papa: “ los Apóstoles habrían podido ver en la cruz de Jesús, si hubieran soportado su peso, lo que significaba ‘cuerpo entregado’, ‘sangre derramada’: y es de lo que hacemos memoria en cada Eucaristía ” (n. 7). Esto nos lleva a una preg...

IMAGEN DE DIOS

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Allá lejos y hace tiempo, en el mal conocido Medioevo, San Buenaventura enseñaba que Dios dejó en su Creación vestigios e imágenes suyas. Un vestigio es un rastro, una huella que nos recuerda el paso de alguien. Una imagen es mucho más: en ella vemos reflejado, con mayor o menor perfección, a quien es origen de esa imagen. Siguiendo con el razonamiento del gran maestro franciscano, podemos decir que vestigios de Dios hay muchísimos. En realidad cada creatura lo es. En cada creatura podemos encontrar pinceladas del ser divino, de su bondad y de su belleza. Pero imagen de Dios en la creación hay una sola: el ser humano, varón y mujer. Obviamente, en cada ser humano está la imagen de Dios. A esto queremos referirnos hoy, siguiendo con nuestras pequeñas catequesis sobre la Vida en Cristo: ¿En qué sentido el ser humano es imagen de Dios? ¿Adónde se encuentra esta imagen? ¿Queda dañada esta imagen por el pecado? ¿Existe alguna posibilidad de restaurarla si fuera el caso? Intentar...

¡A COMER!

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¡A comer! ¿Quién al leer estas palabras no recuerda el llamado de su madre en uno de los momentos más lindos del día? Tal vez estábamos jugando, tal vez haciendo los deberes… el perfume de la siempre sabrosa comida nos despertaba el apetito… y de golpe ese llamado que sonaba como un clarín. No tengamos miedo de admitirlo: también de grandes, quienes todavía tenemos la dicha de tenerla, nos conmovemos con la voz de nuestra madre que nos llama a la mesa. ¡A comer! Algo muy parecido pasa cuando Jesús y la Iglesia nos llaman a la Misa. Asi lo escribía el Papa Francisco en su carta Desidero desideravi : “Antes de nuestra respuesta a su invitación –mucho antes– está el deseo que Jesús tiene de nosotros: puede que ni siquiera seamos conscientes de ello, pero cada vez que vamos a Misa, el motivo principal es porque nos atrae el deseo que Él tiene de nosotros” (n. 6). En esa Cena que anticipó el sacrificio de la Cruz y se perpetua en la celebración de la Eucaristía, “cena… única, úl...

DESIDERIO DESIDERAVI

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“ Ardientemente he deseado comer esta Pascua con vosotros, antes de padecer ” (Lucas 22,15). Con estas palabras de Jesús comienza el relato de la Última Cena en el Evangelio de San Lucas. “Ardientemente he deseado”..., “con gran deseo he deseado”... palabras que en latín se traducen “ desidero desideravi ”. El año pasado (2022) el Papa Francisco escribió una carta, a los pastores y a todos los fieles de la Iglesia, sobre la formación litúrgica del pueblo de Dios que lleva como título estas palabras de nuestro Maestro: “ Desidero desideravi ”. Cuando hablamos de “liturgia” nos referimos al modo en el que la Iglesia entera (no solamente un grupo de personas, un sacerdote o una comunidad) celebra la fe de siempre. Hablamos principalmente de la Misa y la Eucaristía, pero también de la celebración de los demás sacramentos y de la “liturgia de las horas”. La Iglesia en su último gran concilio, el Concilio Vaticano II, nos enseña que “ la Liturgia es la cumbre a la cual tiende la ...

KNOCK OUT

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Todos conocemos la historia: la muerte de Jesús “noqueó” a sus discípulos, sobre todo a los varones.  “Noquear” viene de la expresión inglesa “to knock out”. Un “knock out” es un golpe que te deja aturdido y fuera de combate. Es muy probable que en algún momento de nuestras vidas nos hayamos sentido así. Así estaban los discípulos la mañana de la Pascua: en la lona. Abatidos y sobre todo asustados estaban los mismos que habían jurado con solemne juramento dar la vida por su Maestro. Será por eso que una de las palabras que más resuena tanto en boca de los ángeles como en la del mismo Jesús Resucitado sea: ¡No teman! ¡No tengan miedo! ¡No se dejen vencer por el temor! Además de los miedos que cada uno de nosotros experimenta personalmente, me parece que hay miedos que amenazan con paralizarnos como sociedad. Todavía no se nos termina de pasar el susto de la pandemia y la inseguridad no nos da tregua. Motivos para estar asustados hay, pero no podemos dejarnos vencer por e...